Porno-grafías

Composición digital

La serie "PORNO-GRAFÍAS" emplea la provocación visual para confrontarnos con una verdad incómoda: la auténtica obscenidad no reside en el cuerpo humano, sino en nuestra indiferencia ante la destrucción del planeta.

La obra no busca exaltar lo pornográfico, sino resignificar el concepto de lo "obsceno", trasladándolo del ámbito erótico al ecológico. La verdadera transgresión no es la representación del cuerpo, sino la forma en que asumimos y perpetuamos un sistema que devora los recursos naturales y contamina sin límites.

Esta imagen simboliza nuestra sumisión a las industrias contaminantes y la normalización de lo intolerable: la explotación descontrolada, la degradación ambiental y la crisis climática.

Consumo ciego

Mediterrano

Consumo ciego

Esta obra utiliza la provocación visual como una herramienta crítica para confrontar al espectador con la realidad incómoda de nuestra relación con el medio ambiente.

El acto de fellatio simboliza la sumisión voluntaria y la dependencia tóxica que tenemos hacia las industrias contaminantes, representadas por la torre de humo de una central de carbón. Es una metáfora visual de cómo, como sociedad, nos hemos vuelto cómplices de un sistema que nos perjudica, priorizando el beneficio inmediato sobre la sostenibilidad a largo plazo.

La obra invita a reflexionar sobre cómo normalizamos lo que debería ser inaceptable: la contaminación desmedida, la degradación ambiental y la falta de acción frente a la crisis climática. Al atribuir el carácter “pornográfico” a la contaminación, la pieza desafía al espectador a cuestionar qué es realmente obsceno en nuestro mundo contemporáneo.

“Consumo Ciego” de la serie “POR-NO-GRAFÍAS” no es solo una denuncia, sino también una llamada a la acción. Nos confronta con la urgencia de cambiar nuestra relación con el planeta, antes de que nuestra pasividad nos consuma por completo.

Mediterrano

“Mediterrano” no solo denuncia la contaminación generada por los cruceros, sino que también cuestiona nuestra complicidad como consumidores.

Al atribuir un carácter “pornográfico” a esta relación entre el hombre y el trasatlántico, la obra desafía al espectador a reflexionar sobre lo que realmente debería indignarnos. La escena, cargada de una ironía visual incómoda, traslada lo “obsceno” al ámbito del turismo de masas y la contaminación generada por las naves de crucero. Lo obsceno no es el cuerpo, sino la pasividad con la que aceptamos la destrucción de nuestro entorno en nombre del progreso, del entretenimiento, del beneficio económico y el ocio insostenible.

El trasatlántico, símbolo del turismo masivo y el consumo desenfrenado, se convierte en un objeto de deseo perverso. La relación sexual que sugiere la imagen es una metáfora de cómo nos hemos entregado, de manera complaciente y acrítica, a un sistema que devora los recursos naturales y contamina nuestros océanos. Cada emisión de gases, cada vertido de aguas residuales y cada impacto en los frágiles ecosistemas costeros son el resultado de esta relación tóxica que prioriza el placer efímero sobre la preservación del planeta.

Esta pieza es una llamada a la acción, una invitación a repensar nuestro papel en la crisis ambiental y a rechazar las prácticas que convierten nuestros mares en víctimas silenciosas de un sistema voraz.

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